Estaba una señora sentada sola en la mesa de un restaurante,
y tras leer la carta decidió pedir una apetitosa sopa en la que se había
fijado. El camarero, muy amable le sirvió el plato a la mujer y siguió haciendo
su trabajo. Cuando éste volvió a pasar cerca de la señora ésta le hizo un gesto
y rápidamente el camarero fue hacia la mesa.
– ¿Qué
desea, señora?
– Quiero que pruebe la sopa.
El camarero, sorprendido, reaccionó rápidamente con
amabilidad, preguntando a la señora si la sopa no estaba rica o no le gustaba.
– No es eso, quiero que pruebe la sopa.
Tras pensarlo un poco más, en cuestión de segundos el
camarero imaginó que posiblemente el problema era que la sopa estaría algo fría
y no dudó en decirlo a la mujer, en parte disculpándose y en parte preguntando.
– Quizás
es que esté fría señora. No se preocupe, que le cambio la sopa sin ningún
problema…
– La sopa no está fría. ¿Podría probarla, por favor?
El camarero, desconcertado, dejó atrás la amabilidad y se
concentró en resolver la situación. No era de recibo probar la comida de los
clientes, pero la mujer insistía y a él ya no se le ocurrían más opciones. ¿Qué
le pasaba a la sopa? Lanzó su último cartucho:
– Señora,
dígame qué ocurre. Si la sopa no está mala y no está fría, dígame qué pasa y si
es necesario, le cambio el plato.
– Por favor, discúlpeme, pero he de insistir en que si
quiere saber qué le pasa a la sopa, sólo tiene que probarla.
Finalmente, ante la petición tan rotunda de la señora, el
camarero accedió a probar la sopa. Se sentó por un momento junto a ella en la
mesa y alcanzó el plato el plato de sopa. Al ir a coger una cuchara, echó la
vista a un lado y otro de la mesa, pero… no había cucharas. Antes de que
pudiera reaccionar, la mujer sentenció:
¿Lo ve? Falta la cuchara. Eso es lo que le pasa
a la sopa, que no me la puedo comer.
Si has leído esta historia, extraída de un libro de
cuentos de Jorge
Bucay, podrás darte cuenta de que muchas personas se empeñan en
que las entiendan con indirectas, sin ir al grano, dando rodeos, pretenden que
otros adivinen por qué dicen, hacen o piensan de determinada manera. Lo
cual hace que la comunicación se torne muy dificultosa, cuando todo puede ser
mucho más sencillo. Las demás personas no son iguales que nosotros, ni están en
nuestra mente y muchas veces no entienden, por muy aparente que así sea, por
qué actuamos de determinada manera.
Y tú, ¿te comunicas con indirectas o siempre usas un lenguaje claro y directo? ¿Conoces a personas como la señora que pidió la sopa?
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